En una sociedad determinada por el ajetreo, la inmediatez y la productividad, se inserta un oficio desconocido por muchos que se caracteriza por la dedicación y el sosiego. Los lutieres son artesanos que prefieren construir instrumentos dotados de gran belleza con un sonido exquisito a ser dominados por la celeridad actual. A su vez, se encargan de repararlos con la idea de que sean longevos, algo que choca con la cultura imperante del usar y tirar.
Mientras que algunos han tenido la oportunidad de aprender el arte en países extranjeros, otros como Jorge JEC son autodidactas. El madrileño se sumergió en el mundo de la luthería motivado por su afición a la música. Desde que era pequeño, siempre ha sido muy inquieto y se ha interesado por este ámbito. De hecho, a los seis años ya tenía su primera guitarra española.
A diferencia de otros artesanos, que construyen instrumentos y posteriormente los ponen en venta, Jorge solo se adentra en la creación desde cero cuando los clientes lo demandan. Y no lo hace en soledad, sino que cuenta con la presencia de un amigo lutier con el que comparte otro taller. De esta forma, modela la madera y la dota de sonido con el fin de que los músicos compongan afinadas melodías.
El proceso, a grandes rasgos, consiste en cortar un trozo de madera y limarlo, redondeando los bordes con una lija. De esta manera se sigue el método tradicional, aunque también se utiliza una máquina especializada para el grueso del trabajo. Acto seguido, el instrumento se conforma ensamblando, es decir, uniendo varias piezas de madera de forma que se ajusten entre sí a la perfección. Finalmente, se añaden los trastes y la electrónica, entre otros elementos.
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